Lluvia ácida


El problema de la lluvia ácida tuvo su origen en la Revolución Industrial y no ha dejado de agravarse desde entonces. Hace mucho que se reconoce la gravedad de sus efectos a nivel local, como ejemplifican los períodos de “Smog Ácido” en áres muy industrializadas. No obstante, la gran capacidad destructiva de la lluvia ácida sólo se ha hecho evidente en las últimas décadas. Una extensa área que ha sido objeto de múltiples estudios en el norte de Europa, donde la lluvia ácida ha erosionado su estructura, ha dañado los bosques, las cosechas, y ha puesto en peligro o diezmado la vida en los lagos de agua dulce.

Las centrales térmicas, la industria, el hogar, el transporte y todas aquellas actividades basadas en la combustión de carburantes fósiles son las que generan óxidos de nitrógeno, óxido de azufre y otros productos de oxidación que constituyen la base sobre la que se forman la lluvia ácida.

Una vez en la atmósfera, los óxidos de azufre y nitrógeno sufren un proceso de hidrólisis que los convierte en ácido nítrico y sulfúrico, los cuales caen luego disueltos en la lluvia, la nieve o la niebla y se depositan sobre las plantas, los lagos, los ríops, los mares y los suelos de lugares en ocasiones muy lejanos a su punto de origen. De filtrarse en la tierra, las materias que componen la lluvia ácida altera el pH. del suelo y dañan las raíces de las plantaz, que sufren un proceso gradual de deterioro hasta sucumbir por completo y morir.

También los peces de las aguas contaminadas por este mismo fenómeno pueden perecer por asfixia debido a la irritación sufrida en sus branquias

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